Murió el historiador Félix Luna


Por Pedro L. Armano


Murió el historiador Félix Luna. Pero el hecho trascendente no es ése, sino otro: sigue vivo, pues se incorpora en forma definitiva al paisaje cultural del país. Aunque ya lo estaba por los méritos logrados. Cuando en un hombre coinciden una cantidad excelsa de valores y dones -respeto por los otros y por sí mismo, notable sencillez y humildad, perfecta coherencia con sus ideas y pensamientos, amigo de compartir cabalgatas, asados y pastas, afable anfitrión, lúcido conversador, amigo de los amigos, de profundo amor por el país, que lo supo volcar desde lo académico hasta lo popular, con una especial inclinación para con el arte, entre muchos más- es un virtuoso del espíritu. Y, sin duda, ‘Falucho’, como le decían los íntimos, lo fue.

Natalio Botana resume, creo, en estas breves líneas al personaje: “Fue mucho más que historiador. Fue un hombre del Renacimiento: nada de la cultura le era ajeno. Cantó la Argentina como nadie y tenía un profundo sentido del país.

Tuve la suerte de conocer al doctor Félix Luna, y charlar con él, en la vieja redacción de la revista, cuando, siendo yo muy joven le alcancé con expectativa un original mío sobre Los cien años de “The Southern Cross”, la historia del semanario de la colectividad irlandesa. Leyó algunas partes con detenimiento. Luego de apoyar los papeles en el escritorio, me dijo: “el trabajo parece bueno, pero por el momento, no estamos todavía con esos temas”. Yo insistí por los 100 años. La respuesta fue: “No es que no nos interese. El tema particular de las colectividades todavía no ha sido resuelto. Es más, para que usted se vaya tranquilo y esperanzado, yo le puedo decir déjemelo que lo vamos a leer, aunque le mentiría y eso no va conmigo”. Resultó tan convincente, correcto y honesto que, a pesar del fracaso, salí conforme de la entrevista. (1)

Entre la historia y el arte; entre lo académico y la libre creación, ningún argentino podrá olvidar a su ‘hija pródiga’: la revista especializada Todo es Historia. Tampoco caerán en saco roto El 45, Yrigoyen, Perón y su tiempo, Soy Roca o la Misa criolla, y Alfonsina y el mar -con música de Ariel Ramírez-, además de otros importantes títulos.

(…) Para los radicales, no fue un hombre de partido en el sentido más militante de la palabra, pero fue algo mucho más que eso: un hombre escuchado y respetado que predicó toda su vida los valores históricos del radicalismo”, dijo el ex intendente Facundo Suárez Lastra.

Desde mi ‘mirada’, coincido con Jorge Fernández Díaz al sostener que Félix Luna era esencialmente un hombre bueno.


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(1) En 1976, el Instituto Argentino-Irlandés de Cultura, me otorgó la Faja de Honor, en la categoría Ensayo, por dicho trabajo.

DE UNA ENTREVISTA A MICHELLE BACHELET


Por Pedro L. Armano


Dos o tres actitudes y conceptos volcados en el reportaje del periodista del diario español El País, John Carlin, alcanzan para darse cuenta de qué clase de mujer es la presidenta de Chile, Michelle Bachelet. Más aún, qué política resultó ser. Digna de tener en cuenta e imitarla en cualquier circunstancia que demandaría la gobernabilidad de un país. Durante la entrevista ingresó un señor con una bandeja de té. Ella se interrumpió asimismo y dirigiéndole una sonrisa, le dijo: “Buenos días, Miguel. Muchísimas gracias”. Carlin acotó que tal actitud no suele ser muy común en personajes poderosos. Otra pregunta fue si al ser tan popular no se le pasó por la cabeza reformar la Constitución, para repetir el mandato. La respuesta resultó categórica: “Creo que en la vida como en la política hay que ser ética y estética. Jamás cambiaría yo una situación para beneficio personal. Si yo alguna vez hubiera pensado que hay que hacer un cambio en la Constitución, habría mandado un proyecto de ley que hubiera entrado en vigor desde el próximo gobierno en adelante, no para el propio.” Con sólo lo vertido en estas líneas, daría por completa la nota, pero existen otros conceptos que apuntan a un nivel, conveniente de recordar. Por ejemplo, con relación a los hombres y mujeres en el poder, aclaró que los primeros, sea el cargo que fuere, “algo les pasa con las alturas. Llegan y se marean -se transforman en pequeños dictadores-. No es que no pase con las mujeres, pero mi pregunta es si las mujeres no han tenido todavía suficiente exposición al poder para mostrar estas características, si a lo mejor es sólo un problema de tiempo, o es que hay algo más ontológico.

También, habló sobre algunas actitudes machistas de los pueblos - el periodista le preguntó si tuvo que sufrir como Hillary Clinton eso de que la gente se fija menos en lo que dice que en su pelo, su ropa. “… Desde críticas al pelo, la ropa, el peso (…). Aquí ha habido gente política, hombres, de un cierto peso, pero eso era sinónimo de poderoso. Si a un presidente, un hombre, se le llenaban los ojos de lágrimas, era un hombre sensible; en cambio, una mujer era un histérica”, aclaró-. No obstante, hacia el final de la entrevista, rescató el avance de la sociedad en este tema, y la dio por concluida al reconocer: “Hoy vemos que ha habido un cambio cultural. Las mujeres tienen la autoestima más elevada. No hay veto ahora. Todo es posible. Y lo interesante hoy es que ya no es un tema. Creo, de verdad, que ya no lo es.

Desde ya, que pido disculpas por las citas permanentes y extensas. Quería dar una proximidad, lo más precisa posible, de lo expresado en este diálogo que, tal vez, muchos lectores no tengan acceso.

La idea de acercar a esta médica pediatra socialista, en la actualidad jefa de Estado, surgió de la comparación que obligan muchas actitudes de políticos, con cierta popularidad, que se tientan con la continuidad del poder y, entonces, echan manos a diversos mecanismos, así sean no legales, con tal de lograr el fin.

Me parece que la posición y lo decidido por Michelle Bachelet vale la pena señalarlo y, con total sinceridad de parte de otros políticos -muchos de ellos latinoamericanos-, tratar de llevarlo a la práctica.

El deseo, espero que se cumpla.


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LAS NOTICIAS DEL 07/10/09

Por Pedro L. Armano


Las noticias de los diarios argentinos del 07/10/09 desarticularon, por unos segundos, mi capacidad comprensiva. Primero leí la que informa la vuelta al Fondo Monetario Internacional. Hacía no mucho, desde el gobierno actual se había determinado la total desvinculación. Era como un paso adelante. Ya no lo es. Pero comprendí enseguida este juego que, debido a la interrelación y conducta global del mundo moderno, obliga a efectuar ciertos cambios de rumbo que por momentos despistan a los escasos entendidos en materia de políticas económicas. La segunda en importancia resultó ser el regreso a la arena política del ex presidente Eduardo Duhalde. Tanto él como su esposa, la senadora Hilda ‘Chiche’ Duhalde, habían desmentido en varias oportunidades tal regreso. Pareció que se reservaba el puesto de consultor, casi casi, a la manera de un senador romano. Luego de varios cabildeos, también entendí esa actitud pues me convenció la creativa publicitaria y novelista española Emma Riverola: “La vida es evolución. Todos tenemos derecho a cambiar, a contradecirnos, a realizar cuantos viajes ideológicos nos plazca y a defender, en cada momento, nuestro modo de pensar y actuar”.

Hasta el final de ese momento, consideré que podrían aceptarse los tipos de afirmaciones anteriores. Sin embargo, con el pasar del tiempo, el concepto “viajes ideológicos” me empujaron a girar sobre ciertos temas prácticos de la vida política de un país, y surgió en mí de inmediato lo expresado por José Ortega y Gasset, con respecto a las ‘ideas’ y a las ‘creencias’. “Las creencias constituyen la base de nuestra vida, el terreno sobre que acontece. Obviamente, es muy difícil de aprehender enseguida el concepto. Recuerden que Ortega y Gasset era un filósofo y nosotros somos unos simples neófitos de esas especulaciones. Tal vez, esta aclaración, que no me pertenece, despeje un poco más el panorama: “Cuando caminamos por la calle actuamos creyendo que el suelo es rígido, que podemos pasear sin que nos ‘hundamos’ en él. (…) No somos conscientes de este pensamiento, pero lo tenemos pues ‘contamos con él’ “. Trasladado a la esfera práctica no solamente de la política, sino a cualquier otro quehacer. Creer en una persona que, de manera objetiva, dijo algo como creencia, por ejemplo, conlleva a un compromiso irreparable en caso de que el individuo lo olvide, como si nunca lo hubiese manifestado y destruya la (su) creencia. Es lamentable, pero este tipo de conducta conduce al descreimiento de futuras decisiones, tanto de un hombre, como de las instituciones. Las ‘ideas’, justificándolas, pueden ir o venir. Las ‘creencias’ están arraigadas en nuestro fuero íntimo. “Las creencias constituyen el estrato básico, el más profundo de la arquitectura de nuestra vida. Vivimos de ellas y, por lo mismo, no solemos pensar en ellas. Pensamos en lo que nos es más o menos cuestión. Por eso decimos que ‘tenemos’ estas o las otras ideas; pero nuestras creencias, más que tenerlas, las somos”, escribió Ortega.

Ante esas fallas, o sea, borrando las creencias como si nunca se hubiesen sostenido, provocan en los ciudadanos el total desinterés por la cosa pública, en el caso de las instituciones, y la duda frente a las personas que cometen el error, sean particulares o políticos. Grave descuido de estos últimos: ‘destruir’ el creer. Después, en encendidos discursos, solicitan la participación de la juventud, que hoy los mira con desconfianza y bastante desconcierto.


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Ausencia de vocabulario


Por Pedro L. Armano



Cuando recuerdo uno de los párrafos del discurso sobre la defensa de las malas palabras, que hizo en el Congreso de la Lengua (Rosario, 2004) Roberto Fontanarrosa, sufro una cuota más de impotencia frente a la creciente mediocridad, como consecuencia del incremento de palabras soeces o expresiones de mal gusto que los ‘personajes públicos’, llámense políticos, deportistas, actores o locutores han utilizado en estos últimos tiempos. La fina ironía y graciosa presentación del tema la defensa de las malas… arroja, sin miramientos, a estos hombres que, no queriendo parecer hipócritas, usaron ciertos términos en sus discursos o dichos. Un porcentaje significativo de la sociedad se los devolvió con críticas.

Pero no quiero dejar pasar lo expuesto, en aquella oportunidad, por el afamado historietista: “Algo tendrá que ver el tema, éste, el de la malas palabras, por ejemplo, con éste, como el que decía el amigo Escribano (José Claudio Escribano). Se nota que es tan polémica esta mesa que es la única a la que le han asignado "escribano" para que se controle todo lo que se dice en ella.” (¡Con qué sutileza y altura juega con el apellido y la función notarial!, sin herir ni molestar a nadie). La cita me obliga a comparar.

En cada caso que se presentó (y se presenta) del mal uso del Idioma, los ‘sabihondos’ de un lado y del otro se llenan de palabrerías argumentando las teorías más inverosímiles: desde un exabrupto o un mal día hasta de la sinceridad o el fervor y entusiasmo de la jornada, de quien la ha expresado.

Pues yo no creo en nada de ello. Simplemente, participo de la sencilla idea de que carecen de una preparación adecuada para la función que cumplen, y de una falta de vocabulario que, semejan más a un adolescente que a un estudioso capacitado. Caso contrario, me inclino por la teoría del psicoanalista de Roberto Fontanarrosa: “(…) Mi psicoanalista dice que es imprescindible para descargarse, para dejar de lado el estrés y todo ese tipo de cosas.” Donde ese tipo de cosas está involucrando a la lista interminable de sandeces de todo tipo, que se utilizan para llenar líneas de diarios y revistas, y cumplir tiempos en las radios y los canales de televisión.

Tampoco quiero parecer un mojigato y un retrógrado. Sé reconocer cuándo están bien usadas las ‘malas palabras’ o las ‘expresiones desubicadas’. En la Argentina, considero que Tato Bores fue un cómico que pudo trabajar esos vocablos con certeza y, en la actualidad, Enrique Pinti conjuga ser un excelente artista, aún en el manejo de las ‘palabrotas’ e ‘improperios’. Hasta un intelectual como Umberto Eco, en un texto defendiendo la lectura, escribió: “(…) hasta se lee con el culo…”.

La mención justa y precisa de ciertos términos no deseados produce, a veces, la comprensión exacta de lo que se quiere decir. De allí, entonces, que el cuidado y el tino deben estar activos antes de hablar o escribir.




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