El sueño



Por Pedro L. Armano


No poseo la sensibilidad artística de un escritor que, a su vez, está facultado para opinar sobre cualquier tema. Ni tengo la ecuanimidad de un escriba, soy sencillamente un escribidor, al decir de Mario Vargas Llosa. Para encuadrarme en una ‘corporación’, a la usanza del siglo XVII en Holanda por los pintores, sería por definición un periodista. Como consecuencia, navego en ‘un océano de conocimientos con un metro de profundidad’. Toda esto viene a cuento, con el propósito de justificar mi mirada sobre los acontecimientos, los hechos o las noticias.

El 21/11/09, circuló por los medios que el ‘soñar’ es un precalentamiento del cerebro. El neurólogo, doctor J. Allan Hobson, psiquiatra investigador de la Universidad de Harvard, fue el científico que arribó, luego de varios estudios, a la conclusión de que el sueño es fisiológico y no psicológico, como se creía hasta el presente. Su tesis, argumenta: “Esto ayuda a explicar un montón de cosas, por ejemplo, por qué tanta gente se olvida de lo que sueña. Es como hacer jogging; el cuerpo no recuerda cada paso, pero sabe que hizo ejercicio. Esto es parecido: los sueños están afinando la mente para la vida consciente.

Mi reacción inmediata se concretó en una duda: el hombre y la mujer van a tener que cambiar el pijama de seda y el baby doll como anzuelo de atracción por un jogging frisado, con líneas verticales blancas en los pantalones. Esta vestimenta desecha lo erótico. Luego, se sumaron más. El empleado que tomó por las solapas al jefe y a los gritos, le dijo: “me voy de acá, porque he conseguido un trabajo mejor que esta mierda”, ha resuelto el nudo de su trauma y, aconsejado por el profesional, ahora está más contento y menos angustiado, bajo el mismo yugo. O el veterano gerente que ‘vivió’ una aventura con la nueva empleada, joven, de cabellos largos y negros, con olor permanente a Idole d’Armani, en una cabaña de la Selva Negra, similar a la de Todtnauber, donde Martin Heidegger y Hannah Arendt olvidaban por un tiempo sus antepasados. El maduro ejecutivo escuchaba también, de cuando en cuando y siempre dentro del sueño, aquellas estrofas de Joaquín Sabina: “(…) o tal vez esa sombra/ que se tumba a tu lado en la alfombra/ a la orilla de la chimenea/ a esperar que suba la marea/”. Al despertar, encontraba a su esposa, con ruleros y en la misma cama. El psicoanalista le dio la pista: “abandone su hogar, ‘vuelva a la Selva Negra’”. Hoy, se levanta todavía acompañado de una máscara de crema y de ruleros. Pero dice estar más tranquilo, porque se acostumbró al perfume.

El doctor Hobson sostiene además que el dormir es un estado de consciencia paralelo que está en marcha, pero se suprime cuando uno despierta. De confirmarse fehacientemente esta teoría, Sigmund Freud y su ladero Jacques Lacan se quedarían sin lugar en la Historia, y los psicoanalistas deberán dedicarse a las dificultades de aprendizaje en niños y adolescentes. Y los psiquiatras, a otras especialidades.

¡Pero no os amedrentéis, estimados profesionales!, como sentenciaría el Capitán Alatriste, porque esos mismos pacientes, que en la actualidad se sienten decepcionados, volverán a las consultas, para resolver los problemas y traumas -un segundo ‘precalentamiento’-, que les producirán estos nuevos descubrimientos científicos.

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Fuente: Soñar, un “precalentamiento” del cerebro. Diario La Nación. Bs. As., 21/11/09.

- Estudio para una caricatura de Sigmund Freud de Nicolás Armano.

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