Tomás Eloy Martínez (1934-2010)


Por Pedro L. Armano


Murió uno de los mayores exponentes del periodismo argentino e internacional. También, supo frecuentar la novela con éxito y grandes elogios de crítica nacional y extranjera. Pero en su fuero íntimo, privaba la llama perenne del periodismo. Había sido el trabajo de base y lo mantuvo siempre.

Sus crónicas o notas tenían un poderoso atrayente literario, que superaban a lo meramente informativo. Y las noticias poseían un matiz creativo, que las transformaban en escrituras artísticas.

En las ficciones somos lo que no nos hemos atrevido a vivir. Una novela, esa creación de otra realidad, esa dimensión paralela, esa penumbra en la cual la ficción y la realidad se interpretan, es atrayente. En fin, la vida está en la ficción. Yo creo que los libros se tienen que leer como quien entra a un cine…”, dijo en un reportaje (Diario Clarín, 14/04/02). Con esas palabras argumentó su quehacer creativo como novelista. A su vez, en una conferencia (Bogotá, 28/06/05) esbozó doce reglas que configuraban a un buen profesional. Una de ellas, la once, dictaminaba: “Encontrar el eje y la cabeza de una noticia no es tarea fácil. Tampoco narrar una noticia. Nunca hay que ponerse a narrar si no se está seguro de que se puede hacer con claridad, eficacia, y pensando en el interés del lector más que en el lucimiento propio”. Pareciera que su gran habilidad hubiese sido la amalgama, la fusión de lo periodístico con lo literario y viceversa. No pocos estudiosos sostienen esta posición.

Para mí Tomás Eloy Martínez era un verdadero escribidor, en el sentido literario y de valor conceptual que le da al vocablo Mario Vargas Llosa. En esa palabra confluyen el don creativo y la habilidad de este periodista, porque jamás dejó de serlo.

Como homenaje y síntesis de lo expuesto, me agradaría transcribir el inicio de una nota sobre la cobertura del ‘boom latinoamericano’, que redactó para Primera Plana (30/06/68). En la oportunidad, entrevistó a los seis protagonistas: Guillermo Cabrera Infante, Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Severo Sarduy y Mario Vargas Llosa. Así comienza: “Al principio fueron Gibara, Bánfield, Ciudad de México, Aracataca, Camagüey, Lima. Ellos nacieron allí, o crecieron (que es lo mismo): nadaron en esas polleras tibias y sorbieron de esos cordones umbilicales sus primeros relatos. Un buen día se exiliaron, llevándose en los bolsillos las narices, las orejas y las lenguas de América latina. Desde sus cuevas, a diez mil kilómetros, enredaron los trópicos y revolvieron la zoología, despanzurraron espejos y charreteras, descalabraron a las matronas que tomaban sol en las veredas y a las visitas que hablaban del buen tiempo. (…)”.

Lo demás está todo dicho.

El 31 de enero se apagó su vida no a principio ni a mediados, sino a fin de mes. Cerró, hasta en estas circunstancias, su relato como lo suelen hacer los buenos periodistas y los grandes escritores.

Literal: Jackie desnuda


Por Pedro L. Armano


La duda estaría resuelta de inmediato, si hubiese escrito Jacqueline Kennedy o Jackie Kennedy Onassis y no Jacqueline Lee Bouvier (1929-1994). El detalle demuestra que fue portadora de apellido, como una necesidad. Tal vez, su máxima aspiración, pues le permitió ubicarse durante muchos años en un lugar de privilegio, dentro del contexto social del mundo. La aseveración la confirma ella cuando dijo que no le agradaba el título de ‘primera dama’: “le parecía el nombre de un caballo”. De ahí en más, sería Jacqueline Kennedy. Con el tiempo, su figura, charme y estilo resultaron ser modelos a imitar por las damas de la aristocracia y las de otras clases. Su actitud y postura denotaron siempre a una señorita educada en el exclusivo colegio Miss Porter’s, en Farmington. Creo que inició e impuso también la frivolidad ‘estable’ en la política y la cultura de la modernidad líquida. (1)

Pero todas las líneas previas vienen como introducción al tema central, que es el convencimiento de Jackie Kennedy de gozar la desnudez.

Una mañana ‘radiante’, ‘sin brisa’, el rey de los “paparazzi” Settimio Garritano desembarcó de incógnito en la isla privada Skorpios de Aristóteles Onassis. Desde un lugar seguro, efectuó varios disparos con su máquina, para dejar las imágenes más controvertidas de la ex primera dama. Según Douglas Thompson: “Aquel verano de 1971 (…) captó -Garritano- una serie de fotografías que cambiaron la forma de pensar sobre la mujer más discutida del mundo. (…) A sus apenas 43 años -Jackie- lucía una excelente figura (…). La cámara fotografió su espalda morena, su pecho, su vello púbico”. En 1972, esas fotografías se publicaron en Europa. “(…) el asunto resultó más objeto de curiosidad que de escándalo”, sostiene la periodista Maruja Torres.

Las conclusiones pueden ser varias y diversas. No obstante, existe una determinante: a la Kennedy le agradaba mostrarse, que la fotografiaran y, además, la isla griega y Capri se transformaron en ‘su’ paraíso: allí podía leer, dormir la siesta, practicar yoga, nadar desnuda, comer y fumar a su placer. Otras, se vuelcan a sospechar que lo hizo como provocación y revancha contra el clan “Camelot”. Quizás, podría haber sido una forma de liberarse de toda la etiqueta e hipocresía que sufrió durante los años de primera dama, incluso

‘soportando’ los deslices sexuales de su esposo presidente.

El calor, el mar azul del Mediterráneo y cierto hedonismo que promueve la zona, configuraron a una Kennedy sincera. Personalmente, pienso que Jackie estaba satisfecha y feliz. Los rostros, en las diversas imágenes de esa época, lo demuestran.

Por lo demás, tampoco se puede decir que ella no ‘vivió’ su vida con los hombres -recuerden que se la vinculó con su cuñado Robert. Hace poco, apareció un libro que documenta el affaire: “Bobby and Jackie: A Love Story” de David Heymann-. Fue prometida de John Husted, que lo dejó por J. F. K. Viuda de éste, se casa con A. Onassis. Divorciada del ‘magnate’ griego, convive los últimos años con el industrial belga Maurice Tempelsman.

A pesar de todo, como argumenta Maruja Torres: “Hasta su muerte, ocurrida en 1994, Jacqueline siempre se refirió a John cuando decía ‘mi esposo’”. Era evidente de que John F. Kennedy la había marcado para siempre.

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(1) Modernidad líquida de Zygmunt Bauman. Ed. Fondo de Cultura Económica. Argentina, 2006.

Fuentes: El secreto de Jackie. Douglas Thompson. El País Semanal. (La revista dominical del diario español El País). España, 06/12/09.

La viuda del mundo. Maruja Torres. El País Semanal. (La revista dominical del diario español El País). España, 06/12/09.