Por Pedro L. Armano
La revista cultural del diario
“La ausencia es más que una soledad, es una herida”, escribió Juan Cruz Ruiz en su libro Muchas veces me pediste que te contara esos años.
Por lo tanto, esa risa abierta, sincera, agradable, contagiosa, tal vez la mantenga, pero llevará consigo, a partir de ahora, un rictus de nostalgia. Las heridas se pueden disimular incluso estéticamente, aunque permanecen y en algún momento o circunstancia molestarán como las cicatrices del cuerpo cuando hay humedad u otros factores.
Al margen de ello, las últimas declaraciones de Maru Botana apuntan a un, casi seguro, regreso. En una revista de ‘chimentos’ declaró: “Sé que hay un montón de gente que me quiere y necesita que esté bien. Eso lo sé, claro. Pero la verdad, hago lo que puedo, no es fácil. ¡Estoy destrozada!”
No la conozco personalmente, ni a ningún familiar, pero por la actitud frente a este pesar, a la cantidad de hijos y por la posición adoptada con relación al trabajo, se vislumbra una familia católica, y si no lo es, se asemeja bastante.
Parece que conoce el Evangelio. Ante la respuesta dada al periodista está implícita la concepción de que la vida continúa, que hay esperanza y, además, rescata en forma indirecta las palabras de san Lucas: “(…) ‘¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado’. (…)” Creo que Maru Botana lo tiene en cuenta. Es doloroso, aunque la fe, además de mover montañas, determina otras variables que son la montaña misma -el resucitar-: su esposo, los otros hijos, los parientes directos, la gente que la aprecia y más en la tarea que desempeña en un medio masivo. Con fuerza, encontrará a su hijo muerto entre los vivos.
No me cabe ninguna duda, más, vislumbro que Maru Botana nos va a demostrar a todos ese valor que con sufrimiento una madre supera, en la lucha por la continuidad de la vida.
pedroarmano@hotmail.com
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