Por Pedro L. Armano
El diario español El País trajo el 25/01/09, en la sección Deportes, una noticia que me dejó perplejo. Según la atleta en carreras de fondo Marta Domínguez era un castigo para cualquier deportista quedar embarazada: "... pagos congelados, desaparición de las becas y falta de ayuda de las instituciones".
Pero no es uno o dos casos. El periódico registra también el de la basquebolista Margo Dydec, que renunció en
La época líquida, planteada por Zigmund Bauman, trata de contrariar a la naturaleza. Las exigencias extremas en aras de una mejor perfomance, obligan a las instituciones y patrocinantes a fomentar la creación del súper hombre deportivo, con lo cual se alejan cada vez más de la realidad. Esa ‘irrealidad’ producirá, tarde o temprano, un choque tremendo. Se ha llegado a que los clubes funcionen como empresas y, ante la posibilidad de mermar el producto (disminución de records, menor entrenamiento, ausencias, etc.), invitan a sus 'empleadas' a que renuncien antes de quedar embarazadas.
Parece paradójico. Ahora que se está cuestionando la tenencia o no de hijos entre parejas de homosexuales, o de aceptar sin condicionamientos de un no "progre" como Nicolás Sarkozy de contar en su gabinete, nada menos que en la función de ministra de Justicia, a Rachida Dati, embarazada y madre soltera, aparezcan los gestores deportivos que, con tal de incrementar sus arcas, exigen a la mujer una de las estupideces más aberrantes que conoce el mundo actual: negar la función sagrada, sí sagrada, de engendrar un hijo por practicar un deporte. Mens sana in corpore sano se disolvió en el infierno.
El hecho de ser madre no condice con una baja en el rendimiento. Tal es el caso, cita El País en su misma nota, de la atleta Nuria Fernández, o de la nadadora Nina Zhivanevskaia o la piragüista Beatriz Manchón. Tampoco altera en absoluto el glamour de las modelos. En
El Mayo francés, por lo menos en sus grafitti, contenía algo de verdad
pedroarmano@hotmail.com
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(*) La fotografía de Marta Domínguez es de la Agencia EFE y fue publicada por el diario El País, en la edición citada.
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