Literal: Jackie desnuda


Por Pedro L. Armano


La duda estaría resuelta de inmediato, si hubiese escrito Jacqueline Kennedy o Jackie Kennedy Onassis y no Jacqueline Lee Bouvier (1929-1994). El detalle demuestra que fue portadora de apellido, como una necesidad. Tal vez, su máxima aspiración, pues le permitió ubicarse durante muchos años en un lugar de privilegio, dentro del contexto social del mundo. La aseveración la confirma ella cuando dijo que no le agradaba el título de ‘primera dama’: “le parecía el nombre de un caballo”. De ahí en más, sería Jacqueline Kennedy. Con el tiempo, su figura, charme y estilo resultaron ser modelos a imitar por las damas de la aristocracia y las de otras clases. Su actitud y postura denotaron siempre a una señorita educada en el exclusivo colegio Miss Porter’s, en Farmington. Creo que inició e impuso también la frivolidad ‘estable’ en la política y la cultura de la modernidad líquida. (1)

Pero todas las líneas previas vienen como introducción al tema central, que es el convencimiento de Jackie Kennedy de gozar la desnudez.

Una mañana ‘radiante’, ‘sin brisa’, el rey de los “paparazzi” Settimio Garritano desembarcó de incógnito en la isla privada Skorpios de Aristóteles Onassis. Desde un lugar seguro, efectuó varios disparos con su máquina, para dejar las imágenes más controvertidas de la ex primera dama. Según Douglas Thompson: “Aquel verano de 1971 (…) captó -Garritano- una serie de fotografías que cambiaron la forma de pensar sobre la mujer más discutida del mundo. (…) A sus apenas 43 años -Jackie- lucía una excelente figura (…). La cámara fotografió su espalda morena, su pecho, su vello púbico”. En 1972, esas fotografías se publicaron en Europa. “(…) el asunto resultó más objeto de curiosidad que de escándalo”, sostiene la periodista Maruja Torres.

Las conclusiones pueden ser varias y diversas. No obstante, existe una determinante: a la Kennedy le agradaba mostrarse, que la fotografiaran y, además, la isla griega y Capri se transformaron en ‘su’ paraíso: allí podía leer, dormir la siesta, practicar yoga, nadar desnuda, comer y fumar a su placer. Otras, se vuelcan a sospechar que lo hizo como provocación y revancha contra el clan “Camelot”. Quizás, podría haber sido una forma de liberarse de toda la etiqueta e hipocresía que sufrió durante los años de primera dama, incluso

‘soportando’ los deslices sexuales de su esposo presidente.

El calor, el mar azul del Mediterráneo y cierto hedonismo que promueve la zona, configuraron a una Kennedy sincera. Personalmente, pienso que Jackie estaba satisfecha y feliz. Los rostros, en las diversas imágenes de esa época, lo demuestran.

Por lo demás, tampoco se puede decir que ella no ‘vivió’ su vida con los hombres -recuerden que se la vinculó con su cuñado Robert. Hace poco, apareció un libro que documenta el affaire: “Bobby and Jackie: A Love Story” de David Heymann-. Fue prometida de John Husted, que lo dejó por J. F. K. Viuda de éste, se casa con A. Onassis. Divorciada del ‘magnate’ griego, convive los últimos años con el industrial belga Maurice Tempelsman.

A pesar de todo, como argumenta Maruja Torres: “Hasta su muerte, ocurrida en 1994, Jacqueline siempre se refirió a John cuando decía ‘mi esposo’”. Era evidente de que John F. Kennedy la había marcado para siempre.

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(1) Modernidad líquida de Zygmunt Bauman. Ed. Fondo de Cultura Económica. Argentina, 2006.

Fuentes: El secreto de Jackie. Douglas Thompson. El País Semanal. (La revista dominical del diario español El País). España, 06/12/09.

La viuda del mundo. Maruja Torres. El País Semanal. (La revista dominical del diario español El País). España, 06/12/09.

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