POSTALES: Una travesía de lujo


Por Pedro L. Armano


El domingo 06 de julio me senté, como de costumbre, en el cómodo sillón que utilizo para leer el diario español El País; con el invierno, puerta-ventana de por medio. Ante esa felicidad placentera y pequeño-burguesa, me creía el rey de un inmenso territorio florecido de pequeñas alegrías. De repente, una noticia en la página 32 de la sección Cultura barrió con un fuerte viento los campos, y las pequeñas alegrías se hicieron añicos contra los árboles más fornidos. La felicidad alcanzada se destruyó en pocos minutos.

El título ya lo decía todo y la bajada completaba aún la desazón: Vacaciones musicales en el mar. La Orquesta Filarmónica de Viena anima un insólito crucero por el Mediterráneo.

El buque Aída Diva navegaba con las inmensas comodidades actuales: piletas de natación, jacuzzis, bares, restaurantes, gimnasios, spa, fiestas nocturnas y comercios libres de impuestos, etc, pero el gran atractivo era que por los altoparlantes se escuchaban no las melodías melosas de los tradicionales cruceros, sino la música de Strauss, Haydn o Beethoven que “se fundía con el mar y el aire cálido del verano mediterráneo”. (Goce y licencia literaria del corresponsal Jesús Ruiz Mantilla).

También, los conciertos en vivo eran frecuentados, en su mayoría, por alemanes y austriacos, aunque no faltaron los japoneses, coreanos, chinos y algunos nostálgicos españoles. La Filarmónica de Viena, bajo la dirección de Zubin Mehta, más el joven pianista Lang Lang como solista, brindaron, además, algunos conciertos en los puertos de las escalas previstas: Barcelona, una de ellas.

Otro dato interesante fue el acercamiento a los músicos. Les explicaban a los turistas la función de los instrumentos y sus características, dentro de la orquesta. Por ejemplo, el violinista Eckhard Seifert, después de las charlas, se prestaba, con su Stradivarius de dos millones de euros, a ser fotografiado las veces que se lo requiriesen.

El clarinetista Peter Scmidl declaró: “Esto ha sido una experiencia para nosotros y para el público. No sabíamos a qué veníamos ni qué nos encontraríamos, pero ha funcionado”. El violonchelista Tamás Varga, -tal el nombre de pila; no es error de imprenta-, dijo: “El sonido no es ideal, pero es una buena forma de hacer que la gente lo pase bien. No es más que eso, no le busquemos otras explicaciones, esto es una forma más de entretenimiento”. Probablemente para sustentar lo expresado, se basó en las 10 toneladas de carne, 2,7 de pescado, 11 de verduras, 9 de frutas, 2.300 langostinos y 34.000 huevos, que disfrutaron los casi 2000 pasajeros.

Y, como culminación del viaje, se ha subastado la batuta del maestro Zubin Mehta que llegó a pagarse 8.300 euros. La compradora, ya retirada de los negocios, fue la millonaria austriaca Elfi Blank. Donará lo adquirido a SOS Children.

Por su lado, Zubin Mehta, contento con la experiencia aunque muy agotado, llegó igual a ser sincero: “Me he divertido mucho y ha sido agradable, pero ya les he dicho que el próximo lo hagan con otro director”.

Esta travesía de lujo costó entre 2.500 y 8.000 euros por camarote.

Ante tal cimbronazo, mezcla de envidia e imposibilidad, me olvidé de “Las pequeñas alegrías” de Herman Hesse de mi juventud y del ‘reino’ de la comodidad dominguera.

El sacudón me obligó a cerrar el periódico, y salir a caminar por las calles de mi barrio, para corroborar el sol invernal de julio.




pedroarmano@hotmail.com

No hay comentarios: