El amor a dos puntas



Por Pedro L. Armano


No recuerdo si el actor era Vittorio Gassman o Ugo Tognazzi. El film blanco y negro. Lo que sí tengo grabado en la memoria es una escena y el parlamento. Un hombre y su amada iban a mantener relaciones, en un sillón. De repente, surge la imagen del actor, se estira hacia una mesa donde hay un tocadiscos y lo pone en funcionamiento: “è meglio con Vivaldi”, y vuelve a desaparecer. El sillón siempre estuvo filmado con el respaldo hacia la pantalla.

Muchas veces habrá repetido la escena Susanne Klatten, la heredera del imperio automotriz BMW, una de las mujeres más ricas de Alemania. También, con su amante, utilizó quizás hoteles de superlujo, camas suntuosas u alfombras persas, a la luz de los leños crispando en la chimenea de algún chalet de la Selva Negra. O se revolcaron en la arena, bajo el sol de Capri, mientras gozaban de las fugaces brisas del Mediterráneo. Por supuesto, con las mejores ropas y exquisitos perfumes, siempre de moda y para la hight society.

Pero su compañero le falló. El suizo Helg Sgarbi sedujo a la empresaria y luego la extorsionó con el argumento de publicar fotografías de los encuentros amorosos. Según trascendidos, el pedido para detener tal determinación, le costaría a la multimillonaria alrededor de 14 millones de euros. Klatten, cansada de ese tipo de exigencias, realizó la denuncia. En el juicio, los magistrados determinaron una pena de seis años, porque Sgarbi reconoció, además, haber extorsionado a otras cuatro damas adineradas.

El gigoló -nosotros tenemos una imagen literaria más contundente, creada por Enrique Santos Discepolo: “el que vive de las minas…”-, ex empleado del banco Crédit Suisse, tuvo que enfundar su mitomanía y aguantar la sombra de la cárcel. Detrás del condenado, actuaba, como era de esperar, una organización cuasi mafiosa.

La otra punta contiene un tinte más romántico. Tampoco deja de sorprender. En la penumbra de la selva colombiana, poblada de mosquitos y de diversas alimañas, y de gritos burdos de guerra, con descortesías de ínfulas militaristas, con escasa agua e higiene, sobre un catre quejumbroso y lleno de polvo y pulgas, hicieron el amor dos rehenes cautivos de la FARC: Ingrid Betancourt y el ex senador Luis Eladio Pérez.

Según Ángela de Pérez aceptó, en un reportaje, la infidelidad de su marido con el siguiente argumento: “… fue producto de una solidaridad muy grande de su esposo ‘con una mujer que pasó por el mismo infierno que él, y en el que contra ella se podían cometer los peores atropellos por ser mujer’ “. Un amor dentro del horizonte de la duda entre la vida y la muerte, resulta ser más ‘comprensible’ que el primero…

De cualquier manera, considero que en los dos casos -uno de carácter delictivo, otro, por temor a la muerte- se puso en práctica la precisa expresión norteamericana ‘make love’, hacer el amor, así como se hace una mesa o una comida, y ya está. Jamás se detuvieron en pensar -imposible en Helg Sgarbi- de que el amor es lo explicitado con exactitud por Marcos Aguinis: ”(…) cuando fluye el manantial de una poderosa emoción que incluye valoración intensa, respeto, interés, apego, deleite, ayuda y honda consideración por el ser amado”.


pedroarmano@hotmail.com

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* Susanne Klatten está casada y tiene tres hijos.

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