El libro


Por Pedro L. Armano


Cada día que pasa, me convenzo más de la perpetuidad del libro. La motivación del tema, me la produjo un titular de la primera plana del diario español El País del 29/11/09: “Arranca con pasión la Feria del Libro de Guadalajara”. Y, desde ya, la completaron los interiores: “México enciende su pasión por los libros”; “La Feria del Libro de Guadalajara abre sus puertas a la mejor literatura”; “Aquí se prefiere una metáfora de Rafael Cadenas a una finta de Cristiano Ronaldo”. Lo que no quita que en la Argentina existan, también, varias voces que defienden el libro y la lectura. Una de ellas fue la del escritor Mempo Giardinelli que llegó a afirmar: Yo no recomiendo leer best-sellers o libros de autoayuda, pero si alguien los lee, no lo critico. Yo no cuestiono ninguna lectura. Puede suceder que un niño comience leyendo revistas de deporte y de ahí pase a lecturas de mayor nivel. Yo empecé leyendo historietas antes de leer a Stevenson o a Poe”. E ingresa en lo político al sentenciar que la vulgarización televisiva es uno de los escollos principales para la lectura, porque viene alentada por la estupidez de las dictaduras.

Tomé por azar dos ejemplos, para significar la vigencia de esa postura, ratificada por Umberto Eco cuando explicita: "Los nuevos medios de expresión que han surgido a lo largo de la historia, no han matado, no han eliminado a los anteriores. Así pues ni el cine terminó con el teatro ni la televisión obligó a desaparecer a la radio. Es cierto que desconocemos todavía la dimensión del fenómeno de Internet. Ahora bien, en un libro o en una obra de teatro sabemos quién es el autor o la tendencia ideológica, mientras que Internet se presta a una especie de mermelada comunicativa (…)".

Otros de los ítems está relacionado con los sentidos: cuando un hombre carece de ellos no es, no existe. Puede no tener uno, pero lo reemplaza con el desarrollo de otro u otros. Un no vidente, activa más el oído y el tacto, por dar un caso.

En un libro implica que se utilicen, obviamente, la vista -por la lectura-; el tacto, cuando se pasan las manos por las páginas; el olfato, al abrir un texto y aspirar su aroma a tinta reciente o no, a cola de pegar o bien a algún aroma especial que se desprende de él. Restan el oído y el gusto, que se los asocian a lo cognoscitivo: la lectura oral y su escucha, y el gusto por lo leído. ¿Cuántas veces hemos oído decir tal lectura me dejó ‘un gusto amargo’? No en vano, permanece el libro. El placer de volver una página con el pulgar y el índice, por la búsqueda de una tecla, para cumplir con el mismo fin, no posee comparación. ¿Quién me quita la felicidad de revolver estanterías de libros, en pos de un título que busco hace tiempo?

Antes de finalizar, rescato nuevamente al semiólogo italiano, en un párrafo de la conferencia brindada en España, con motivo de recibir un premio: "Si tuviera que dejar un mensaje de futuro para la Humanidad, lo haría en un libro en papel y no en un disquete electrónico. Esta mañana he visitado la Biblioteca Nacional y he visto libros que tienen 500 años de antigüedad y si considero los manuscritos he visto algunos ejemplares escritos hace 1.000 años. Ahora bien, no sabemos cuánto puede durar un disquete de ordenador. Los llamados discos flexibles han muerto antes de agotar su capacidad de almacenamiento de datos. En cualquier caso, hemos escrito un libro de 350 páginas para argumentar la larga vida que aguarda al libro en papel".

Creo que el libro y la lectura, si bien cada vez se lee menos, no morirán. En caso de equivocarme, haré mi mea culpa y pediré perdón. Y, si en su momento, mis neuronas no lo permitiesen, este texto y otros míos caerán en el olvido, como han sucedido con ciertas afirmaciones científicas y sociológicas de tiempos anteriores.


pedroarmano@hotmail.com

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