El 'chapuzón' de Michelle Bachelet

Por Pedro L. Armano


He visto una fotografía de John F. Kennedy, un ciervo de catorce puntas como lo definió el escritor español Manuel Vicent, saliendo del mar, aplaudido por sus seguidores. (Recuerden que al presidente, muerto por magnicidio, le habían recomendado la natación como terapia, para su crónica dolencia de columna, después del accidente sufrido durante la Segunda Guerra Mundial). También a Barack Obama se lo registró, en su Hawai natal, regresando a la costa, después de nadar un tiempo prudencial. Durante el baile de gala por la asunción del presidente estadounidense electo, fueron fotografiados, al compás del vals, los ex mandatarios, más el actual. Aún, hace poco, ya ejerciendo el cargo, la TV lo mostraba en un estadio de básquetbol, mirando el encuentro de su team favorito, con un vaso de cerveza en la mano. La ministra israelí Tzipi Livni cantó con Dana Internacional. Carla Bruni posó desnuda, y hasta se le han hecho tomas en posiciones sugestivas: hoy es la primera dama de Francia. Lady Di fotografiada con Dodi Al-Fayed, antes del accidente automovilístico en París, y hasta el anterior Papa, Juan Pablo II, paseando por la montaña. O el actual Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, tratando de imitar, en el día de su cumpleaños, a Freddie Mercury. Quedan otros en el tintero.

Entonces, no comprendo por qué causaron tanto revuelo dos o tres

fotografías, donde la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, quiso disfrutar, en un impasse de la Segunda sesión plenaria de la Cumbre de América Latina y el Caribe (CLAC), de esas aguas cálidas de Costa do Sauípe, localidad brasileña en el estado de Bahía, que deslumbran y despiertan la sensualidad y el regocijo de cualquier ser humano normal. Sabe que jamás sentirá tal sensación en la espléndida Viña del Mar -Capital Turística de Chile, llamada también Ciudad Jardín-, porque sus aguas frías se deben al paso de la corriente fría de Humboldt o del Perú.

Si la vestimenta resultó ser “la piedra del escándalo”, no posee nada de extravagante: un traje de baño enterizo y negro, acorde con su edad, investidura y físico. Lo mismo que el de la amiga María Angélica Álvarez, directora de Programación.

Por lo tanto, cabe pensar que la sociedad chilena es muy pacata o la oposición busca flancos criticables, aunque sean nimios, o los medios de comunicación quieren simplemente vender más. Comparto la declaración del vocero presidencial del país trasandino, Francisco Vidal: “Cuando se levanta en la mañana tiene tres opciones: seguir revolcándose en las sábanas, bostezando; otros salen a correr, y a la presidenta le gusta bañarse si hay playa”.



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