‘Un adjetivo convertido en sustantivo’


El 05/08, a las 11:00, en la Facultad de Teología (Concordia 4422), el cardenal Jorge Mejía ofreció una conferencia sobre “Los archivos secretos vaticanos y los tesoros escondidos de la Iglesia”. El expositor fue presentado por el Rector de esa alta casa de estudio, doctor Alfredo Zecca.


Por Pedro L. Armano


Con una lucidez y erudición envidiables, el cardenal Jorge Mejía (86) desarrolló el tema desde una perspectiva histórica lineal.

Archivo y biblioteca eran la misma cosa, desde el Primer Milenio”, dijo al iniciar la exposición. El Archivo fue el depósito de los documentos del gobierno administrativo de la Iglesia -los trabajos pastorales, las informaciones de las nunciaturas, de las congregaciones y órdenes religiosas, más ciertos materiales relacionados con la actividad eclesial-. A lo largo de los siglos, hubo que extender el lugar. Hoy, las estanterías de aluminio, donde se conservan los archivos, llegan a 90 km.

También, en una primera época, se concentraron los ‘tesoros culturales’ -libros muy antiguos originales, la primera Biblia escrita en griego, fórmulas tradicionales de escritura de las bulas, el registro de las cartas de San Gregorio el Grande (594-600) y hasta las Cartas de amor de Enrique VIII a Ana Bolena-.Gracias a Pío IV, se determinó la división entre Archivo (registros del gobierno vaticano) y los ‘tesoros culturales’ y Biblioteca (1559-1565).

Mejía aclaró, además, las pérdidas por mudanzas y/o robo: el Archivo estuvo asentado en Letrán y en el Castel Sant’Angelo. En 1300, se radicó en Avignon (Francia). Vuelto al Vaticano, después de un tiempo, especialistas, enviados por Napoleón, se llevaron a Francia el material relacionado con el proceso a Galileo Galilei. Entre otras vicisitudes, mencionó que el de Cristóbal Colón está repartido en dos partes: una en el Vaticano y la otra mitad en la Biblioteca de Francia.

Pero lo más interesante resultó ser que, el ex director de Criterio, encargado ya del Archivo, les abrió los armarios con los papeles del papado de Pío XII a un grupo de investigadores israelíes que bregaban por la apertura. Al observar las cantidades de cajas y carpetas todavía sin ordenar, aceptaron esperar el registro y control de las mismas. Mejía sostuvo que los ‘famosos secretos’ se deben esperar con fe y esperanza, porque se brindarán a todos los estudiosos que lo acrediten. Dicha disposición está basada en lo resuelto por León XIII. (1) Poco personal y la lentitud entendible por la ordenación de los documentos hacen que se retrasen las aperturas de los gobiernos papales más recientes.

Por supuesto, quedan muchas cosas en el tintero, porque, como se sabe, el espacio del periodismo es tirano. Igualmente deseo compartir con el Cardenal su conclusión más representativa: “el adjetivo que se transformó en sustantivo”.

La gente especuló más con ‘el secreto’ que con la función del Archivo como tal.


pedroarmano@hotmail.com

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(1) Lo que sí aceptó el cardenal es que algunos papeles del Archivo relacionados con la penitenciaría tienen ciertos límites, para no afectar a familias que todavía poseen presencia directa e indirecta en la actualidad.

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